Sorprendentemente aún quedan paisajes y rincones perdidos y tranquilos, alejados del bullicio turístico-deportivo de la sierra de Madrid, sin tener que subir a cotas altas de la Sierra encontramos en los piedemontes serranos al SW de la Comunidad un valle con tanto contraste paisajístico como valor natural. Por extraño que parezca aguas arriba del Río Cofio encontramos una de la más salvaje urbanización desordenada y caótica de los pueblos madrileños, urbanizaciones de casas aisladas distantes unas de otras sin apenas servicios y en la misma ladera del valle al pie del cauce del Río.
Todo urbanismo desmesurado y heterogéneo tanto en estructura como en arquitectura. Lo raro es que en tan sólo unos pocos km aguas abajo nos encontremos la visión contraria...un paisaje natural que poco parece que haya cambiado desde antaño, sin apenas señales de la impronta urbana del hombre salvo por los caminos y alguna cuadra, puente o construcción abandonada al pie del río. No es difícil imaginar que, tal y como se ha hablado hace no mucho tiempo, puedan quedar aquí, a pesar de su relativa poca extensión, algún ejemplar de lince ibérico. Los reyes del aire, buitres, aguilas- incluso algunos hacen referencia a avistamientos de cigueñas negras- sobrevuelan estos pinares como si aún fueran los dueños del entorno.
Algo que no sienta de mucho agrado es ver a los caballos, sueltos si, pero amarrados las patas con cadenas para que no corran relinchando al aire, tal y como es de ellos lo propio y natural. Y menos aún cuando vemos las marcas y heridas que éstas hacen sobre sus pezuñas contemplando como cruzan los caminos como verdaderas marionetas cuadrípedas que aún no han aprendido a caminar.
No pude resistirme a quitarle a una preciosa "besta blanca" las cadenas de la opresión humana que no le dejaban ni dar un paso de 5cm. Parecía que la yegua me estuviera llamando con algún sentido oculto del que no se pueda rehuir, al momento me estaba dejando, a pesar de su furia contenida, acercarme y acariciarla como si fuera mi propio compañero de viaje y no pude sin mas quitarle las cadenas que ya se habían retorcido tanto que casi no habia espacio entre pezuñas. Al momento que el animal se percató de su libertad pude ver el verdadero estado salvaje y la naturaleza del propio animal, así como el despertar de ese mismo estado al resto de la manada que siguió con hermandad aquel alucinante relincho y cabalgar del, ahora, nuevo guia de la manada. No se si hice bien, si era lo mejor para el animal, por si pudiera escapar con el consiguiente riesgo de cruzar carreteras u otro desfortunio, pero desde luego hice lo que el quería que hiciera...me lo pedía, de eso no tengo duda!
Pedaleamos por estos pinares buscando posibles huellas u otros restos de la presencia del gran lince ibérico, los cuales no sabriamos distinguir de cualquier otro animal doméstico o gato salvaje. en ocasiones la ruta nos da sensaciones del más puro y clásico Mountain Bike... como si rodaramos por los parajes inóspitos de cualquier bosque americano, salvando las distancias en latitud y altitud...
lo pequeño y recóndito de estos pinares es lo que le da ese carácter de especial que nos llena de gozo el espíritu MTB. El embalse de San Juan aleja a sotavento estos paisajes relictos de la bulliciosa carretera de los pantanos y sus alrrededores, conservando y escondiendo este pequeño pero emblemático bosque entre el embalse y los enormes y masificados pueblos serranos más al Norte.
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